30.1.06

Las manías y las cadenas

La puñetera Srta. Vainilla me maltrata y me hace detallar cinco de mis manías, para así hacerme sentir ridículo (cosa a la que uno se va acostumbrando) y continuar una cadenita que a su vez deberé pasar a otros cinco incautos.

Pero si yo no soy nada maniático, de verdad. Me disgusta la gente con manías, siempre intento hacer las cosas por algún motivo, y procurar que ese motivo sea razonable. Tras mucho buscar, se me ocurren algunas que sí, que podrían serlo:
  1. Añadir leche a la sopa: En mi casa, desde pequeño, lo hemos hecho. Mi hermano también lo hace, y mis hijos han heredado la costumbre. Nuestra versión de los hechos es que la sopa se enfría, y también es cierto que su sabor se suaviza. La versión de mi Pepa es que así "todo sabe igual".
  2. Minimalismo informático: Si tengo que trabajar con Xp, lo primero es desactivar transiciones, transparencias y demás. En mi ordenador de casa, Linux con un gestor de ventanas ligero como IceWm o, últimamente, Fluxbox. Ni Kde ni Gnome. Y consola, mucha consola.
  3. Cuando empecé a preparar oposiciones, me compré un bolso "tamaño A4" para llevar siempre algunos apuntes que estudiar en plan guerrilla (un viaje en el que condujera un compañero, una espera en un cliente o incluso algún semáforo servían). Una vez aprobadas, lo sustituí por otro más pequeñito en el que cabía un libro. Ahora doy clases y de nuevo el bolso ha vuelto a crecer. A veces apuntes, a veces libro, a veces las dos cosas. Tengo la superstición de que si tengo que ir a algún sitio (hoy, por ejemplo: el dentista) y no llevo nada para leer, la espera será larga. Si llevo lectura suele durar menos. Lo cierto es que la realidad se encarga de darme la razón, y suele ocurrir.
  4. Muy chunga de tiempo tiene que ir la cosa para que, al escribir cualquier documento en Word, aguante el Times New Roman como tipo de letra. Preferiblemente Tahoma o Arial. En OpenOffice, "Nimbus Sans L" está bien.
  5. Aborrezco las cadenas: No es que esto sea una declaración de ideología anarquista. Hablo de las que son como esta en la que estoy incurriendo. Al principio (ya soy mayorcete, sí) estas cosas venían por carta. Después se disfrazaron de powerpoints (de estas, las peores: las de música de ascensor y fotos de niños o animalitos y frases cantando al amor y la amistad). Y por último han llegado a los blogs. Argh.
Aquí deberían ir los enlaces a cinco personas que deberían continuar el rollo, pero... ¿Es que no habéis leído mi manía número cinco, o qué?


Actualización (media hora después):
  1. El rollo de papel higiénico de la forma A. Si lo veo de otro modo y me coge sentado lo cambio, faltaría más.


No, si al final va a ser que sí, que soy más rarito que...

Coixet vs Spielberg

El jueves pasado vi La vida secreta de las palabras, de Isabel Coixet. Y el sábado Munich, de Spielberg. Dos pelis llenas de maestría y de más cosas:

Coixet: Ternura, humor, sencillez, imaginación.

Spielberg: Venganza, sangre, impiedad, racismo.

Hoy leo que a la Coixet le han dado cuatro Goyas, biennnnnnnnn.
¿Le podrían quitar al otro algún Oscar de los que ya tiene?

19.1.06

Kramatorsk

Es difícil explicarlo. He llegado a echar de menos aquella ciudad sucia y triste.

Mi vida hoy es buena, y llena de cosas. Tal vez sea extraño o enfermizo, pero creo que más que otras buenas épocas, lo que echo de menos son las épocas intensas.

Concretamente, recuerdo veintiséis días que cambiaron mi vida, y alguna más.

Mira esto, y tal vez me entiendas.

16.1.06

No bloguear

Estaba yo como ausente, al menos de esta bitácora, que dicen los puristas. Muchas cosas se han cruzado al medio últimamente, de no poca enjundia y trascendencia en mi vida.

Mas no escatimaré a mi magra audiencia una razón que me trajo por momentos fuera de mí, y aún más de aquí, hasta que terminé de recapacitar y vino mi mente al lugar preciso, de lucidez o vaya vuesa merced a saber.

Pues fue la cosa que terminando mi estancia en la capital, y que acercándome a uno de esos sitios de mucho gasto y poco provecho, tras dilapidar una buena parte de mi magro sueldo, voy y veo esto:


Espantóme tal visión, y raudamente mi cabeza se puso a dar vueltas y más vueltas. ¿Cómo era posible que aquellos señores se hubieran dado cuenta del peligro que suponen tantos y tantos desocupados escribiendo sin ton ni son ni cabeza ni mesura? No pude menos que tomar una prueba gráfica para constancia de los tomasianos y creencia de los descreídos.

Tardé en serenarme, y tardé más en convencerme de que esta actividad no podía ser tan grave, ni interferir de modo importante en momentos de urgencia vital. Y cuando volví, pasado un tiempo, a examinar lo que creía prueba irrefutable de la peligrosa influencia de la uebdos, los erreeseeses y los fiids y esas cosas en el mundo tangible y real, no podía salir de mi asombro.


Aún me pregunto qué malvado mago habrá trocado las letras confundiéndome, no sé si en esta ocasión o en aquella. Y aún me pregunto si no será un castigo divino por no haber releído este año pasado las aventuras de aquel hidalgo, como según parece estaba mandado. Y aún me pregunto si la señorita a la que se refiere el anuncio serviría para una emergencia. Porque si está tan de esa manera...